
Con sigilo, Teresa salio del cuarto, sin hacer ruido se dirigió a la cocina con la mirada perdida, abrió la alacena y sacó una taza pequeña pintada con flores blancas, regalo de su madre de las navidades pasadas, mientras movía muy despacio el cacao pensaba en las palabras que un día le dijo su padre, "Vales mucho, más de lo que te imaginas, no lo olvides nunca hija".
Si eso era cierto, no entendía porque el hombre que dormía en su cama,le recordaba día tras día lo contrario, que era una mujer torpe, insegura e inútil.
Con desgana dejó la taza en el fregadero y salió al pasillo, abrió la puerta del dormitorio de su hija, contemplando la inocencia que da la niñez, recordó cuando ella lo era y soñaba con su principe azul, con una sonrisa llena de tristeza cerró despacio, y volvio a su cuarto, con movimientos lentos se metió entre las sábanas y se dijo "Mañana intentaré ser un poco más valiente" cerrando los ojos se quedó dormida.
